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RUTA PRAGA-KARLOVY VARY
Alquilar un coche en Praga es fácil y
adaptado a las posibilidades de cada cual.
La salida hacia Karlovy Vary, hacia el
oeste de la ciudad y por la carretera E68 está bien señalizada, una ruta que pronto es
una carretera de arcén, no muy ancha y con un tráfico importante. Agradable sin embargo.
La ciudad deja paso a la campiña bohemia, una sucesión de pueblos pequeños, verdes
prados y bosques se suceden ininterrumpidamente.
Apenas a 10 km de Praga, un indicador a la
derecha le sugiere una visita a Lidice, acaso una de las ciudades monumento mas
impresionantes del mundo contra la barbarie humana, concretamente debido a la furia nazi
que arrasó la ciudad y sus habitantes en venganza por el asesinato de un general alemán,
un hecho de mera relación casual con la ciudad. No es una visita agradable, pero si
instructiva contra la violencia, bien explicada y documentada en el museo de la ciudad.
Sin otras paradas, podemos llegar hasta Karlovy Vary, ciudad
balneario por excelencia en la centroeuropa del XIX, aunque los orígenes del uso
terapéutico de sus aguas se remonta al emperador Carlos IV, a mediados del s.XIV, cuando
levantó un primer balneario e incorporó su nombre al de la existente ciudad de Vary.
Muchos nombres conocidos han sido ilustres visitantes, Goethe, Beethoven, Chopin, incluso
Karl Marx pasaba temporadas aquí, y si bien es cierto que al menos parcialmente El
Capital se escribió aquí, no lo es que su nombre tenga relación con el de la ciudad.
Sus sucesores ideológicos, no hicieron
mucho por el mantenimiento del prestigio de la ciudad, y tras décadas de abandono,
actualmente en Karlovy Vary se vive un acelerado proceso de recuperación y
rehabilitación, tan evidente e impresionante casi como en Praga.
Deje
el coche en la zona nueva de la ciudad, o en los parkings señalizados y disfrute de la
ciudad a pié. El río Ohre es el eje de la ciudad histórica y una referencia para
ubicarse. Notará también que se acerca en cuanto empiece a ver personas con pequeñas
jarritas en la mano, en extraña peregrinación. Y así es. De una fuente a otra, hay
grupos que caminan y beben parsimoniosamente estas aguas recomendadas para el aparato
digestivo, el riñón y la gota, enfermedad tan temida entre la aristocracia del buen
comer del XIX.
El espectáculo nocturno y con frío, es
especial, por no decir tenebroso, con columnas de vapor elevándose en fuentes, grietas,
en los vertidos de los balnearios al río.
Paseamos el río por una orilla, pasando por la Galería
Vridlo, un edificio feote y de época soviética, que acoge en su interior una chorro
permanente de agua y vapor lanzado a mas de 10 m de altura, y fuentes en las que podrá
probar gratuitamente las aguas. De aquí pasamos aguas abajo hasta la Galería del Molino,
una especie de loggia o columnata neorenacentista con varias fuentes mas, y camino de los
hoteles mas ilustres pasaremos forzosamente por calles estrechas de vigor comercial, cada
vez más dirigidas al turista, y donde podrá encontrar desde souvenirs a los productos
mas elaborados de la República, el inevitable Cristal de Bohemia o las joyerias de oro y
granates.
Fellner y Helmer fueron dos arquitectos vieneses que
manejaron a la perfección el repertorio de la arquitectura historicista de finales del
XIX, y autores de las edificaciones mas llamativas de la ciudad, de la Galería del
Mercado, a la Galería del Parque, loggia de hierro forjado abovedada que encontraremos si
hemos seguido la ruta del valle, en medio de un precioso parque y junto a uno de los
hoteles balneario también de su autoría, como el Teatro, que hemos dejado atrás, en la
ciudad, o el casino, antes también balneario
Mas adelante el Hotel Thermal, años 60 del
XX, no es un mal ejemplo de la grandilocuencia del régimen comunista, su mejor
aportación a la ciudad, y con unas vistas impresionantes desde la terraza, a la que se
llega en un rodeo por la carretera que verá a la derecha del edificio. Si continuamos por
el río, el blanco Sanatorio-hotel Imperial fué el mas grande de los hoteles para la
aristocracia, aunque el más pomposo fué y sigue siendo el Grand Hotel Pupp: no tiene
pérdida, lo verá varias veces.
De regreso, pasando el puente Gogol, podemos perdernos en la otra orilla,
en los bosquecillos; para evitarlo siga las indicaciones al monumento-símbolo de la
ciudad, el ciervo, colocado en el salto de su nombre, Jeleni Skok, recordando el hecho
como Carlos IV se supone descubrió las aguas, persiguiendo a uno de estos animales en una
cacería. Desde allí, si tiene ganas de ascender la colina, un sendero le llevará a un
mirador de vistas magníficas sobre la ciudad.
De regreso final, desde el edificio de Correos, es fácil ascender hacia
la Iglesia de María Magdalena, bella iglesia barroca, obra de Dientzenhofer, arquitecto
de las dos San Nicolás de Praga.
Hoy, la ciudad se está llenando de
restaurantes, de locales diversos de copas y vida nocturna, además del servicio de
comidas que muchos hoteles ofrecen también. Si quiere un lugar tradicional pero especial,
el Restaurante Jeleni Skok ofrece comidas y en épocas vacacionales, fines de semana, son
habituales los bailes de salón, con orquesta en vivo. El nombre es como el del monumento
al ciervo, y cercano a él está. Pregunte, o coja un taxi.

Continuando nuestra ruta, en dirección a
la frontera alemana, encontraremos en los bordes de la carretera una exagerada y
sorprendente oferta de prostitución en vivo, entendible acaso por la rápida
transformación de la República y la abundancia de camioneros, pero que puede derbordarse
si las autoridades no lo encauzan.
Pero casi ya en la
frontera vamos a encontrar otro espectáculo no menos sorprendente y bien distinto, la
ciudad medieval de Cheb, uno de esos rincones inesperados por mas que uno se
documente antes de un viaje, y que eternamente agradeceremos a la República Checa que
haya sabido conservarlos. Rehabilitada recientemente, la enorme plaza triangular de Cheb,
es un espectáculo en si misma, desde los edificios más modernos, XIX, en la entrada por
la que llegaremos, hasta el frontal medieval y original del s. XIII al fondo, o la estatua
a Wastel de Eger, héroe local, con su simbología peculiar a la justicia a su pié.
Spalicek, la zona medieval, y la calle de los Judíos a la izquierda (Zidovska Ulice), son
el centro de esa reminiscencia histórica impagable.
La Iglesia de San Nicolas o el castillo son
otras dos piezas de interés, ambos de origen medieval, de la que conservan elementos,
sobre todo el castillo, impresionante su capilla y salón gótico.
Cheb fué
protagonista de diversos momentos brillantes en la historia, reflejados en la potencia de
la plaza, en el poder económico de los judíos, también de persecuciones contra ellos
(la calle de los Asesinos, Zavrazdenych Ulice, lo recuerda), de los Habsburgo, la Guerra
de los 30 años, o la vida de Goethe en la ciudad (compartía pasión por las excavaciones
y horas en ello con el verdugo de la ciudad). Todo ello se refleja en el Museo, en la
Galería de Arte de magnifica coleccion de escultura gótica, ambos en la propia plaza. La
plaza aglutina también una oferta amplia de restaurantes y bares.
El regreso directo a Praga, puede ser poco
mas de dos horas sin paradas.

Si pueden alargar la excursión, y sin
salir del país, Frankensbad, o Frantyskovy Lazne es una pequeña ciudad balnearia
al norte de Cheb, construida en el XIX, que tiene cerca el volcán apagado al que ibe de
excavaciones Goethe con el verdugo de Cheb, con un túnel que permanece abierto. Pero la
que si vale la pena es Marienbad, Mariánske Lázné, 50 minutos al sur de Cheb, un
inmenso y delicioso espacio verde, montañas y senderos en uso, y un precioso parque
alrededor del que se ubican los hoteles-balneario, y las habituales galerías por las que
desfilan los procesionarios, jarrita en ristre. Una delicia sino se tiene otra cosa que
hacer en la vida que meditar, pasear y chupar de la jarrita...y de vez en cuando visitar
los urinarios.
Eso sí, no espere que si decide
hospedarse, y utilizar los servicios de balnearios, masajes, etc, los precios sean
baratos. En eso se equivocará. Aunque volverá a la civilización con el bolsillo mas
ligero, como el cuerpo y la mente. Beethoven, Goethe, Marx, compartieron estos lugares,
como el verdugo de Cheb, y ninguno ha dejado testimonio de queja.
Salud.
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